¿Cómo funciona la psicología con la consejería bíblica?
La psicología
secular, basada principalmente en las enseñanzas de Sigmund Freud, Carl Jung y
Carl Rogers, no tiene cabida en la consejería bíblica. La consejería
“cristiana” tiene como sus bases que es la biblia.
La psicología es definida como una disciplina académica que
involucra el estudio científico de los procesos mentales y del comportamiento,
y la aplicación de ese conocimiento sobre las diferentes esferas de la
actividad humana. La psicología es por naturaleza humanística. El humanismo
afirma el valor y la dignidad de toda la gente, basado en la habilidad de
determinar lo correcto de lo incorrecto, apelando a las cualidades humanas
universales, particularmente la racionalidad. El humanismo rechaza la fe que no
se basa en la razón, lo sobrenatural, y la Biblia. Por lo tanto, la psicología
es la manera en que el hombre trata de entender y reparar el lado espiritual
del hombre sin referencia a, o reconocimiento de lo espiritual.
La Biblia
declara que la raza humana tiene un principio diferente a cualquier otra cosa
creada. El hombre fue hecho a la imagen de Dios, y Dios “…sopló en su nariz aliento
de vida, y fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 1:26; 2:7). En su esencia
misma, la Biblia trata con la espiritualidad del hombre, comenzando con su
caída en el pecado en el Jardín del Edén y las consecuencias que le siguieron,
particularmente en lo referente a su relación con Dios. El resultado de la
caída el pecado- es lo que nos separa de
Dios y lo que requiere de un Redentor que restaure esa relación.
La psicología secular, por otra parte, está basada en la
idea de que el hombre es básicamente bueno y que la respuesta a sus problemas
yace dentro de él mismo. Con la ayuda de un psicoterapeuta y con frecuencia de
un consejero cristiano el paciente hurga dentro del laberinto de su propia
mente y emociones y “trabaja a través” de ellos a fin de emerger en el otro
lado más sano por haber descubierto la causa de sus dificultades. La Biblia,
sin embargo, nos pinta un cuadro muy diferente de la condición del hombre. Él
está “muerto en sus delitos y pecados” (Efesios 2:1) y su corazón es “engañoso más
que todas las cosas y perverso” (Jeremías 17:9). Él es la víctima de lo que es
llamado “depravación total.” El hurgar dentro de tal mente, buscando salud
mental, es un ejercicio inútil, muy parecido a tratar de encontrar una rosa
creciendo en el fondo de una cloaca.
El hombre fue creado inocente, pero fue desobediente a Dios;
él pecó contra Dios, y este pecado cambió al primer hombre, Adán, y a todos los
que vinieron después de él, con el resultado de estar física y espiritualmente
muertos (Génesis 2:17; 5:5; Romanos 5:12; Efesios 2:1). La respuesta a los
problemas espirituales del hombre es que nazca de nuevo hacerlo vivir espiritualmente (Juan 3:3, 6-7;
1 Pedro 1:23). El hombre nace de nuevo al confiar en Jesucristo. Confiar en
Jesucristo significa entender que Él es el único Hijo de Dios, y Dios el Hijo
(Juan 3:16; Juan 1:1-3). Significa entender y creer que Jesús pagó por nuestros
pecados cuando Él murió en la cruz, y que Dios demostró Su aceptación al
sacrificio de Cristo por nosotros, resucitando a Jesús de los muertos (Romanos
4:24-25).
Los consejeros bíblicos, como opuestos a los psicoterapeutas
y a muchos “consejeros cristianos” ven solo a la Biblia como la fuente de un
enfoque comprensible y detallado para entender y aconsejar a la gente (2 Timoteo
3:15-17; 2 Pedro 1:4). El consejero bíblico está comprometido a dejar que Dios
hable por Él mismo a través de Su Palabra, y a manejar correctamente la Palabra
de Verdad (2 Timoteo 2:15). El consejero bíblico sigue la Biblia y busca
ministrar el amor del verdadero Dios viviente, cuyo amor trata con el pecado y
produce obediencia (1 Juan).
Mucho de la psicoterapia y de la consejería cristiana está
basado en necesidades. Las necesidades de autoestima, de amor y aceptación, y
de valoración tienden a dominar. Si estas necesidades son satisfechas, se cree
que la gente será feliz, amable y moral; si no son satisfechas, la gente será
miserable, odiosa e inmoral. La Escritura enseña que es Dios, no nosotros
mismos, quien cambia nuestros deseos y que la verdadera felicidad solo puede
encontrarse en el deseo por Dios y la santidad. Si la gente desea la
autoestima, el amor y el reconocimiento, ellos serán felices si lo obtienen y
miserables si no lo logran, pero aún así en cualquier caso seguirán centrados
en sí mismos. Por otra parte, si la gente desea a Dios, el reino de Dios,
sabiduría santa y resurrección de gloria, ellos estarán satisfechos, y gozosos,
y serán obedientes y útiles siervos de Dios.
Mientras que los psicoterapeutas seculares intentan ayudar
al paciente encontrando el poder para suplir sus propias necesidades desde
adentro, para la mayoría de los psicoanalistas cristianos, Jesucristo es el
sanador accesible para las necesidades y las heridas de la psiquis. El paciente
es instado a considerar lo mucho que es amado por Dios, y la cruz simplemente
retrata cuán valioso es él para Dios, a fin de llenar su auto-estima y suplir
su necesidad de ser amado. Pero en la Biblia, Jesucristo es el Cordero de Dios,
crucificado en lugar de los pecadores. El amor de Dios en realidad derriba la
auto-estima y la incesante búsqueda de ella. En vez de ello, produce una gran y
agradecida estimación por el Hijo de Dios, quien nos amó y entregó Su vida por
nosotros el Cordero de Dios quien es el único digno de alabanza. El amor de
Dios no satisface nuestra fijación por ser amados como somos. Derrumba aquella
engañosa búsqueda, a fin de amarnos, a pesar de lo que somos y nos enseña a
amar a Dios y a nuestro prójimo (1 Juan 4:7-5:3).
Cuando una persona intrínsicamente pecadora contrata a un
psicólogo o un consejero cristiano, a fin de obtener la satisfacción a sus
necesidades o para obtener felicidad, la auto estima y la realización, ésta
inevitablemente se alejará de tal consejería irrealizable. Jesús dijo que
debemos morir a nosotros mismos y nacer de nuevo. Cuando venimos a Él, debe ser
con la intención de deshacernos de la antigua naturaleza no solo arreglarla y
ponernos la nueva naturaleza, la que vive para Cristo y busca servirle a Él y a
otras personas por amor a lo que Él ha hecho. Los verdaderos consejeros
bíblicos buscan asistir a sus clientes para hacer justamente eso, siguiendo la
Biblia y viendo la consejería como una actividad pastoral, en la cual la meta
no es la auto-estima, sino la santificación creciendo en santidad y a la semejanza de
Cristo.
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