¿Es lo mismo alabar a Dios que adorar
a Dios? Bueno, muchas veces en nuestro diario hablar tendemos a utilizar
indistintamente estos términos. Aunque ambas cosas implican rendirle tributo,
exaltación, honor, veneración y gloria a Dios; podría decirse que existe una
delgada línea que diferencia ambos conceptos.
1. LA ALABANZA:
La alabanza a Dios es,
principalmente, un acto de gratitud por todo lo que Dios hace, pero más aún,
porque él es digno de ella. Alabar a Dios implica un acto de reconocimiento de
su grandeza y señorío, así como de lo excelso, único, admirable y grandioso que
es él.
Al alabarle, proclamamos sus
poderosos hechos, sus maravillas, su grandeza, su poder y su gloria. Le
ensalzamos, enaltecemos, honramos, glorificamos y exaltamos con admiración y
gratitud; recordamos victorias pasadas y declaramos triunfos futuros.
Cuando le alabamos, declaramos
también lo que dice su Palabra acerca de él mismo: lo grande, Todopoderoso,
omnipotente, misericordioso, soberano, altísimo, benevolente y clemente que él es.
2. LA ADORACIÓN:
La adoración Dios implica mucho más
que alabarle. Es un encuentro profundo con el Señor, con su Persona Divina. A
través de este encuentro personal podemos palpar Quién es él y tomamos
conciencia de quiénes somos nosotros, junto a él; así como de nuestra inmensa
pequeñez e insignificancia.
Por eso, tal
confrontación con la majestad divina, estando ante él en adoración, hará que
nuestra adoración esté enmarcada dentro de una actitud de reverencia. Pero al
adorarle así, no le veremos solamente como el excelso, Altísimo y Todopoderoso;
sino también nos lleva a verle como el Dios de amor, que es también nuestro
Padre celestial. Por lo que la adoración nos une más a Dios.
Además, la adoración a Dios implica
un acto de humillación voluntaria y sometimiento al Señor, en donde nuestro ser
entero lo rendimos ante él. Por eso, la adoración ha de ser entregada a Dios,
en una actitud de humildad verdadera.
Todos estos aspectos que, a grosso
modo acabamos de mencionar, respecto a la adoración a Dios, merecen ser vistos
con mayor detenimiento, pues encierran grandes y profundas verdades. Tener
conciencia de las mismas, puede abrirnos mejor los ojos ante las grandezas y
bendiciones del alabar y adorar a Dios.
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